HOY ES TODOS SANTOS

La única certeza que tenemos los humanos es que vamos a morir. El pensamiento de la muerte siempre es angustioso aunque lo disfracemos de noche de Halloween, por cierto, cada vez más celebrada en nuestro país. Cuando el niño que un día fuimos, descubre que la gente se muere, el mundo maravilloso en el que te encontrabas se te viene abajo. Porque primero, es eso, los demás se mueren y se ha muerto el abuelo y se ha ido al cielo, nos dicen de buena fe, pero papá y mamá, ¿También? y ¿Yo? Es el momento que interiorizamos la muerte y a partir de ahí, ya más adelante, nos plantearemos las preguntas sin respuesta que todos nos hacemos sobre “el sentido de la vida” de ¿Quién somos? ¿De dónde venimos? y ¿A dónde vamos? ¿Qué hay tras de la muerte? Nadie lo sabe, nadie puede saberlo y hay que aceptarlo así. Nuestra vida es un instante minúsculo en ese pasar del tiempo en el que sin embargo, tenemos y debemos aprovechar todo lo bueno que nos pasa y mientras estamos vivos, la muerte no está y cuando la muerte está, no estamos nosotros que decía, más o menos, Epicuro, pero esto no nos bastará nunca para curarnos de la angustia que, decía al principio, la muerte nos inspira, sobre todo, cuando golpea a uno de los nuestros y nos amenaza de cerca. Ahora bien, aunque la vida tenga un final trágico, eso no debe impedirnos vivirla con todos los cuidados que requiere para que sea plena. Ayer fui con mi hermana a poner flores a mis padres. Ellos nos dieron la vida y siempre les recordaremos. Dicen que nadie muere del todo, si se le recuerda. Quizás, yo los recuerdo todos los días. La vida continúa y estoy de acuerdo que la muerte es un problema solo de los vivos. “No le temo a la muerte –dice Woody Allen-, sólo que no me gustaría estar ahí cuando suceda”. Pero hay que estar, nadie muere en nuestro lugar.