Con 12 añicos, fui interno al Seminario. En mi mentalidad de entonces, yo quería ser cura. Hubiese sido un buen cura de pueblo, si hubiese podido unir el sacramento del orden sacerdotal, con el del matrimonio. Pero no, para eso me tenía que haber hecho protestante y tan poco era plan.
Mi madre quería que fuese panadero y mi padre, no sé si quería que fuese cura o quería que estudiase, de momento, y luego Dios dirá. Yo creo que se disgustó el día que me salí del seminario, después de 5 años de los 12 que duraba la carrera.
Mi tía Paca, que cosía en San Juan de Dios para los frailes, ya me había comprado la tela para hacerme la sotana el año que me salí y recuerdo que mi madre, aprovechando la tela, se hizo unas faldas. No estaban los tiempos para tirar nada y entonces nuestras madres cosían y se hacían y nos hacían la ropa.
Como teníamos que vestir de negro, mi madre me tiñó los pantalones cortos que tenía y los jerséis. Los calcetines, como eran hasta la rodilla, me los tuvo que comprar y alguna pequeña cosa más. Aunque veníamos tres veces al año, dejar a la familia a esa edad cuesta bastante, uno está saliendo de la niñez, aunque entonces me parece que se salía antes y los primeros días te costaba más de una llorera. Veníamos al pueblo de vacaciones por Semana Santa y Navidad y luego, creo que era un mes o así, en verano.
En esos periodos vacacionales, me veía extraño, pues ibas de seminarista y debías de ser “buenico”, (no es que quiera presumir de malo, a mi lo de bueno me salía solo) y de piadoso y no debías hacer las trastadas propias de la edad, imitando a tus amigos, ni ir a robar cerezas al campo. Por supuesto mirar a las chicas nada de nada, ahí estaba el diablo tentándote. Había que mirar para el otro lado, menos mal que a veces al mirar al otro lado iba otra chavala y compensaba.
Ya en el primer curso estudiábamos latín que era el idioma, la “lengua muerta” en la que entonces decían la misa los curas. Yo como buen monaguillo que fui, empecé a entender los “latinejos” que en misa respondía al cura y que hasta entonces repetía como un papagayo sin saber lo que decía.
La foto es de los primeros días, se nos ve la cara de novatos, de reclutas, todos con la misma bata que acabamos de estrenar y el pelo bien corto. Éste primer curso lo hicimos en Tudela, éramos todos de los pueblos de la Ribera, al siguiente año ya pasamos a Pamplona.
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