Luego vino el recorrido por la carretera, donde padres, madres, abuelos y abuelas y otros como yo, que no entramos en el apartado anterior, veíamos esas bonitas carrozas que hacen voluntariamente las gentes de Milagro. La noche era fría pero no importaba, la ilusión de los más pequeños calentaba el ambiente y ya por la calle Mayor subieron hasta llegar a la Iglesia, donde les esperaba el Alcalde para darles la bienvenida y donde adoraron al niño Jesús.
El día acabaría para los más pequeños, con ganas de irse a la cama, para esperar esa noche mágica, los regalos que habían pedido a los Reyes, mientras algunos, entre los que me incluyo que se le olvidó escribir la carta, después de satisfacer la pulsión del hambre en casa de la Mamen, con el “pariente” y el “jaso”, acabamos en el casino san Blas, para satisfacer la pulsión de la sed.
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