viernes, 24 de septiembre de 2010

EL DÍA DESPUES

Apenas 9 horas después de ingresar, sobre las cinco de la tarde, volvía a casa. Todo fue en un día. Estaba amaneciendo, cuando a las 7,45 horas me presentaba en la Clínica de San Juan de Dios, acompañado de mi cuñado Carlos. Mi hermana se tuvo que quedar en casa y una vez allí me mandaron esperar en una sala donde había más personas, con sus respectivos acompañantes, para operar y de allí nos dirigieron al ascensor que nos subiría a la 2 planta, mientras una chica que también iba a ser operada, comentó que parecía que íbamos de excursión, yo llevaba una mochila con la bata y las zapatillas. Cuando se cerró la puerta, yo para romper un poco el hielo dije “estoy cagado de miedo” y otro me contestó que él también, mientras otros se sonrieron y otro permanecía serio. Ya en la 2ª planta todo se transformó y cambié la ropa de calle por el camisón que te deja el culo al aire.

Otro paciente que ya había pasado por el quirófano, era cosa de oídos, dijo “dentro de un rato nos veremos de nuevo”, esto me tranquilizó y dijo también “ pero diferentes, yo saldré con la cabeza vendada y los demás pues igual, cada uno con su arreglo”. No había pasado media hora de la llegada y ya estaba preparado para ir al quirófano. Largos pasillos, ascensor, camilleros que van y vienen y tú derecho a la mesa de operaciones, donde muy amablemente te saludan y te van preparando para la intervención. Lo mío era con anestesia local y sedación y estuve todo el rato despierto y noté en algunos momentos algún pinchazo y pensaba cuando iban a terminar, cosa que sucedió en una hora más o menos.

De vuelta a la cama, permanecí unas 5 horas tumbado, sin moverme, quizás fue el peor rato, porque ni me dormía ni estaba del todo despierto y ya solo pensaba en cuándo me mandarían a casa. Me dieron de comer ligero y recibí las visitas de mis primos y de la Mamen que había subido a Pamplona ese día, así como la del “antoñín” (el epi pequeño) que trabaja en San Juan de Dios.

Cuando me levanté de la cama, me mareaba un poco, ya presentía que me iba a pasar y todo fue intentar andar algo, agarrando por el hombro, a mi cuñado por los pasillos. En un momento dado me dijo riéndose “van a pensar que somos un poco raros, todo el día juntos dos tíos”. Pero nada, esos paseos y su apoyo en el hombro, me sirvieron para que a las 5 de la tarde me dieran el alta y nos fuéramos a casa.
Sigo en casa de mi hermana en Barañain, tengo que estar algunos días un poco dependiente de ella, pero ya estoy deseando volver al pueblo, ver a los amigos, prácticamente todos me llamaron ayer, y disfrutar de su compañía.

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