Con mi hermana Marisa |
Ya volví al pueblo. Tenía ganas de ver a la gente con la que habitualmente me relaciono. Vuelvo a ésta vida que en privado es solitaria. Tengo nuevas rosas en el corral y el perro sobrevivió a mi ausencia, gracias a mi sobrino Carlos que se encargó de ponerle de comer y de beber. Fueron ocho días en Barañain, en casa de mi hermana. Estuvo pendiente de mí como sólo lo saben hacer las madres por sus hijos. Solo le faltaba yo, para darle más trabajo que el que ya tiene en su casa. Pero bueno ya me valgo por sí solo, si valerme significa comer y vestirme y tener la casa arreglada hasta donde un hombre puede llegar, cuando falta en casa una mano femenina. Pero no me quejo, pues es la vida que me toca vivir aunque no sea la más completa y satisfactoria y mientras no vengan tiempos mejores, me conformaré con lo que tengo.
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