miércoles, 8 de abril de 2009

LA PROCESIÓN DE RAMOS EN MILAGRO

Palmas, laurel y olivo. Tres elementos que el pueblo judío, en su día, en su entusiasmo ante la entrada de Jesús en Jerusalén, arrancaría de los campos en un acto, supongo, de espontaneidad colectiva. Ese mismo pueblo, quiero creer que serían otros, días después, pediría a Pilatos que lo crucificase. Me pongo en su piel, y pido perdón por tal atrevimiento, y pienso qué cruda e ingrata, es la realidad y cómo podemos, las gentes, las masas más bien, cambiar tanto, en tan poco tiempo y, si esto le pasó a Jesús que dio su vida por todos qué no nos pasará al resto de los mortales que solo, alguna vez, hemos entregado una pequeña parte de nuestro tiempo en hacer algo, poquito, por los demás. De todas las maneras siempre pensaré que merece la pena, salir de nuestra propia piel, aunque solo sea, porque lo que haces por tu prójimo, te lo haces a ti mismo. Esto no sé si lo dijo Jesús, pero lo digo yo que soy su tocayo.

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